Diego Dougherty fue un escritor brillante. Siempre tenía una historia que contar adonde quiera que iba. Era un narrador innato y un literato prolijo. Desde bien chico supo que necesitaba escribir, inmortalizar su obra y escribir sus propios libros.
Nació en Guatemala, pero su espíritu bohemio y aventurero lo motivó a viajar por el mundo con total osadía. Diego Dougherty creía que sus experiencias de viaje fortalecían su vena creativa, y no en vano con cada nuevo destino nacía una fascinante trilogía.
Cuando le tocó viajar a Sudáfrica para promocionar su última novela estuvo allí 15 días, y esto bastó para que decidiera que este país se convertiría en su nuevo hogar de por vida. Para él era una fuente de inspiración desmedida, y allí hasta el más mínimo detalle se avivaba en demasía.
Diego Dougherty como novelista
Su vida fue teatral, casi circense. Vivía al límite, desafiaba lo establecido, rompía las reglas, no era conformista. La forma de ser de Diego Dougherty se manifestaba en todo lo que hacía, y por supuesto, estaba impregnada en su faceta como novelista.
Contaba historias de amor y fantasía. Soñaba, era libre, se perdía en sus escritos, los deshacía, volvía a intentarlo y en medio de este proceso renacía. Contar las cosas que hacía, o en las que creía, era la estrategia de Diego Dougherty para vivir otras vidas.
Diego Dougherty y su final retiro
Diego Dougherty se transformó en Sudáfrica. Cada rincón de este país era magia y en ellos vivía experiencias sublimes. En estas tierras encontró la inspiración para escribir su obra más reconocida, con ella saltó a la fama y la trama de la historia era su propia vida.
Diego Dougherty se retiró profesionalmente en este destino africano. No pudo haber sido en otro lugar, así lo quería. Sin duda sus años como ex novelista fueron dorados, llenos de gloria, aventuras y valentía. Y su retiro fue muy suntuoso ¡Se habla de él hoy en día!